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Batalla de Ayacucho

batalla de las guerras de independencia hispanoamericanas (1824)

La batalla de Ayacucho fue el último gran enfrentamiento de las campañas terrestres en las guerras de independencia hispanoamericanas en América del Sur (1809-1826). Esta decisiva campaña militar consolidó la independencia de la República del Perú y de los nuevos estados sudamericanos beligerantes.

Batalla de Ayacucho
Independencia del Perú
Parte de Campañas del Sur de la Gran Colombia y de las Guerras de independencia hispanoamericanas

Óleo de la batalla de Ayacucho, una obra de Martín Tovar y Tovar
Mapa
Batalla de Ayacucho (pulse para ver mapa)
Fecha 9 de diciembre de 1824
(hace 199 años)
Lugar Ayacucho, Perú
Coordenadas 13°02′33″S 74°07′54″O / -13.0425, -74.13166667
Resultado Decisiva victoria del Ejército Unido Libertador.
Consecuencias
  • Capitulación de Ayacucho del ejército al mando del virrey y consolidación de la independencia del Perú y de los nuevos estados sudamericanos beligerantes
  • Los últimos bastiones realistas en América del sur se rendirán sucesivamente en a partir de este evento
Beligerantes
Bandera de Perú República Peruana
Bandera de la Gran Colombia República de Colombia
Bandera de España Imperio español
Comandantes
Bandera de la Gran Colombia Antonio José de Sucre
Bandera de la Gran Colombia José María Córdova
Bandera de Perú José de La Mar
Bandera de Perú Agustín Gamarra
Bandera del Reino Unido Guillermo Miller
Bandera de España José de la Serna  (WIA)
Bandera de España José de Canterac
Unidades militares
Bandera de la Gran ColombiaBandera de Perú Ejército Unido Peruano Colombiano libertador del Perú Ejército Real del Perú
Fuerzas en combate
5.780[1][2][3]​ -8500[4]​ soldados
1-2 piezas de artillería y servidores[1][3][5]
6.906[6][7]​ -9.310[1][7][8]​ soldados
14 piezas de artillería y servidores[1][9]
Bajas
370 muertos y 609 heridos[10] 1800 muertos,[10][11]​ 700 heridos[10][11]​ y 2000-3000 prisioneros[12][13]
Mapa animado de los guerras de independencias hispanoamericanos (1808-1826):
     Territorios bajo control realista.     Territorios bajo control de movimientos de separatistas.     Territorios bajo control de la Gran Colombia.     España bajo ocupación francesa.     España durante la revolución liberal.     Zonas sin un gobierno claro.

La batalla se desarrolló en la Pampa de Quinua, a una altitud de 3400 m.s.n.m., y a 37 kilómetros de la ciudad de Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 1824.[14]

La victoria de los patriotas supuso la desaparición del contingente militar realista más importante que seguía en pie. La capitulación del virrey del Perú selló la consolidación de la independencia del Perú y de toda Sudamérica hispana. Este evento suele ser considerado el final de las guerras de independencia en América del Sur.[15][16][17]

Los últimos bastiones realistas se rendirán sucesivamente a partir de entonces. En 1825 en la Campaña de Sucre en el Alto Perú. En 1826 caerá la fortaleza del Real Felipe del Callao, que resistirá un asedio de 718 días. En ese mismo año, 1826, se entregó también la isla de Chiloé. La guerra de guerrillas continuó aún con la guerra de Iquicha (1825-1828). En 1828, el Brigadier realista Francisco Javier de Aguilera lideró el último levantamiento, ocupando la ciudad de Vallegrande en Bolivia. En Chile, la montonera de los Hermanos Pincheira sería destruida definitivamente en 1832. En 1833, tras la muerte del rey Fernando VII, el gobierno español abandonó definitivamente cualquier plan de reconquista. En 1836, las Cortes españolas renunciaron a cualquier reivindicación sobre la América continental. El reconocimiento del Perú se obtuvo de facto en 1865 y el tratado definitivo se firmó en 1879.[18][19][20][21]

Antecedentes

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Las corrientes libertadoras de América de 1820-1823

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En el año 1820 España entró en una crisis política por el alzamiento militar del ejército español liderado por el general Rafael del Riego contra el rey Fernando VII con el objetivo de restaurar la Constitución española y el gobierno liberal. El levantamiento y rebelión de Rafael Riego en Andalucía del año 1820, desintegró y dispersó las tropas expedicionarias reunidas para la Grande Expedición, con ello desapareció la amenaza de invasión española del Río de la Plata y Venezuela, y en consecuencia en dichas regiones se desmorona la resistencia realista. Esto posibilitó la convergencia de las corrientes libertadoras de América del Sur hacía el Perú.

La rebelión evitó el embarque de la expedición de 20,000 soldados y diez potentes buques de guerra para auxiliar a los realistas de América. Esta sublevación desbarató la escuadra naval española y acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de España, que desde entonces no se aprestaron para ningún lugar de América. El alzamiento militar español motivó que los dos grandes virreinatos, del Perú y de Nueva España, que hasta el momento habían contenido el avance de la revolución hispanoamericana tomasen el camino de la independencia. En América del Norte, el virreinato de México, con una insurgencia casi derrotada que es atraída al nuevo movimiento trigarante, se constituye en una monarquía independiente mediante el Plan de Iguala y el pacto de las tres garantías. Y tras derrotar al virrey Apodaca, los trigarantes no consiguen acordar la separación pacífica con la España Liberal, mediante los Tratados de Córdoba que son rechazados, y se suceden los intentos españoles de reconquista de México hasta su desistimiento en 1829.

En América del Sur, la sublevación de Rafael del Riego había hecho desaparecer la amenaza de invasión de Venezuela y del Río de la Plata, y esto permitió el avance de las Corrientes Libertadoras de América hacia el Perú. El virrey Joaquín de la Pezuela había quedado desacreditado por la derrota de la expedición de Mariano Osorio en Chile, el aislamiento marítimo, y la invasión de la Expedición Libertadora del Perú de José de San Martín, que consigue cercar Lima en la campaña de Cerro de Pasco y provoca la deserción del Numancia. Esta sucesión de derrotas determinan el aislamiento del virreinato peruano y que Pezuela sea derrocado por el general español José de la Serna el 29 de enero de 1821 en el golpe militar de Aznapuquio. La Serna abandonó Lima con un ejército en plena desintegración para refugiarse en la sierra peruana sin ser apenas molestado.

Pero el Ejército Real del Perú, bajo una sólida subordinación militar, se reorganiza sin ninguna ayuda exterior y consigue destruir sucesivos ejércitos independientes. Los primeros son las tropas al mando de los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra que caen emboscados en la batalla de Ica. Un año después, con José de San Martín retirado tras la entrevista de Guayaquil, la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado es aniquilada en las campañas de Torata y Moquegua. El año 1823 terminó con la destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre los Puertos Intermedios, que comenzó con la batalla de Zepita en Puno, y la ocupación de la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna, en esta campaña apodada del "Talón", persiguió las tropas de Santa Cruz que acaban desbandadas, y recuperó Arequipa tras batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823.

Finalmente lo que restaba de optimismo se apagaba por la toma del gobierno por los caudillos grancolombianos, bajo conspiraciones y acusaciones de traición contra los presidentes peruanos José de la Riva Agüero y José Bernardo de Tagle. Riva Agüero deportó diputados del Congreso del Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo, y luego de ser declarado reo de alta traición por el Congreso del Perú[22]​ fue desterrado a Chile. En cambio Torre Tagle buscaba firmar una paz sin batallas con el virrey La Serna, por lo cual fue a entrevistarse con los realistas. Este acto fue considerado por Simón Bolívar como traición. Tagle dispuso que todas las fuerzas a su mando apoyaran a Bolívar para hacer frente al enemigo, mientras este buscaba capturarlo para fusilarlo.[23]​ José Bernardo de Tagle encontró refugio con los realistas en la asediada fortaleza del Callao.

Sin embargo, la caótica situación española ininterrumpida, el Trienio Liberal, la Guerra Realista (entre absolutistas y liberales) y la ocupación del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis, que permanecería hasta 1828 ocupando España para sostener al rey Fernando VII, imposibilitarían el envío de ningún refuerzo militar o de alguna conciliación diplomática. Fue así como, al culminar el año 1823, a pesar de los contundentes triunfos de los realistas peruanos en los anteriores hechos de armas, el panorama aparecía sombrío para los defensores de la integridad de la monarquía. El recién llegado Bolívar escribía diligente solicitando refuerzos de la Gran Colombia, y preparaba activamente la que sería la campaña definitiva contra el Ejército Real del Perú. La situación crítica empezaba a tornarse insalvable para los sostenedores de la causa del rey:

"..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con la Península, con las más melancólicas noticias del estado de la metrópoli... y reducido por lo tanto a sus propios y exclusivos recursos pero confiando notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la fortuna de sus subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba a la lucha que miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para las armas españolas en aquella situación, haría ondear de nuevo el pabellón castellano con inmarcesible gloria hasta el mismo Ecuador; pero otra suerte muy distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del destino. .."
Gnrl. Andrés García Camba.[24]

Los sucesos del año 1824

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Tregua en Buenos Aires y motín en el Callao

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El historiador Rufino Blanco Fombona dice que "Todavía en 1824 Bernardino Rivadavia pacta con los españoles, estorbando así la campaña de Ayacucho":[25]​ El 4 de julio de 1823, Buenos Aires concluyó una tregua con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz) que le obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto la misma.[26]​ Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su ratificación y subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado definitivo de paz y amistad. Con este motivo se reunieron en la ciudad de Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier Baldomero Espartero, sin alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a Olañeta:

Advierto a V.E. que no debe disponer ninguna expedición en dirección alguna sobre las provincias de abajo sin expresa orden mía pues además de que en Salta están reunidos para tratar de negociar, el General Las Heras por parte del Gobierno de Buenos Aires y el Brigadier Espartero por la de este superior Gobierno (...)[27]

Rivadavia creía que el proyecto establecería la paz y paralizó el esfuerzo de las autoridades de Salta sobre el Alto Perú, negó auxilios y retiró los puestos avanzados,[28]​ dañando la causa del Perú.

Al respecto, el historiador y militar de origen irlandés Daniel Florencio O'Leary opinó que con esa tregua "Buenos Aires se ha retirado implícitamente de la contienda",[29]​ y que "el Gobierno de Buenos Aires pacta con los españoles, con perjuicio de la causa americana".[30]

El 1 de enero de 1824 Bolívar cayó gravemente enfermo en Pativilca. En esas fechas llegó a Lima Félix de Álzaga, ministro plenipotenciario de las Provincias Unidas del Río de la Plata para solicitar al Perú su adhesión a la tregua y que fue rechazada por el Congreso Peruano. Pero asimismo desde el 4 de febrero de 1824 se sublevó el acuartelamiento del Callao compuesto por el total de la infantería argentina de la Expedición Libertadora, junto con algunos chilenos, peruanos y colombianos: cerca de 2000 hombres, que además se pasaron a los realistas,[31]​ enarbolando el pabellón español y entregaron las fortalezas del Callao. El regimiento de granaderos a caballo de los Andes también se amotinó en Lurín el 14 de febrero, dos escuadrones se dirigieron al Callao para unirse a sublevados, pero al saber que se habían pasado a los realistas, un centenar de ellos con los jefes del regimiento se dirigieron a Lima para unirse a Bolívar. El cuerpo fue luego reorganizado por el general Mariano Necochea por orden de Simón Bolívar..

Ante tales sucesos,[32]​ el ministro de Colombia, Joaquín Mosquera, «temiendo la ruina de nuestro ejército» preguntó:«¿Y qué piensa Ud. hacer ahora?», a lo que Bolívar, con tono decidido, le respondió:

¡Triunfar!
Simón Bolívar, Pativilca, 1824.

El Sitio de El Callao prolongó la guerra hasta 1826, además inmediatamente desembocó en la ocupación de Lima por Canterac, y se afirma que en mayo de 1824 con una acción militar contra Bolívar "habrían dado el último golpe a la independencia de esta parte de América".[33]

Retirada de Bolívar y la rebelión de Olañeta

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Una semana después del motín del Callao, Bolívar ordenó abandonar Lima, y desde Huaraz, se pone en marcha una retirada general del ejército de Colombia en dirección hacia el norte peruano,[34]​ enviando órdenes a sus tropas para reagruparse en Huamachuco (en la sierra) y Trujillo (en la costa). Ordenó que el repliegue general se hiciera devastando el territorio peruano, talando los campos, secuestrando el ganado, y bajo una política general de Tierra quemada, destruyendo cualquier recurso de los pueblos peruanos para que no pudiera servir de sustento al Ejército Real del Perú. Lo que Tomás de Heres había venido a llamar “guerra a la colombiana”. A los departamentos libres del Perú, además de la contribución sangre, se les exigió el dinero hasta pagar el sueldo íntegro del ejército colombiano.[35]​ Respecto a la marina peruana, Bolívar desde Trujillo daba órdenes al jefe de la escuadra republicana Martín Guise, de echar a pique los buques patriotas del Callao que no pudieran abandonarlo, entre ellos se perdió la fragata Venganza o Guayas, y además ordenó cambiar por colombianos a los capitanes de los buques peruanos Limeña y Macedonia que se encontraban en el puerto de Guayaquil.[36]

Bolívar sabía que la división de Canterac se hallaba asentada en Jauja, aparcada a la espera de la llegada de la división de Gerónimo Valdés. Y que reunidas iniciarían la ofensiva en la sierra, lo que obligaría a Bolívar a prolongar la retirada, y esto produciría la desaparición del ejército de Colombia en el Perú, y haría peligrar el sur de Colombia hasta la región de Pasto, favorable todavía a la monarquía española en campaña de Pasto.[37]​ Bolívar se puso en contacto con sus generales en Quito y con su vicepresidente en Colombia, advirtiéndoles de la irremediable pérdida del Perú. Se puso en ejecución el plan de retirada,[38]​ con Bolívar en Trujillo y con el ejército colombiano en retirada general hacia el norte, cuando felizmente Bolívar recibió la noticia de la rebelión de Olañeta.

El mapa estratégico había cambiado decisivamente a favor de Bolívar. Sorpresivamente, al comenzar el año 1824, todo el ejército realista del Alto Perú se sublevó junto al caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el Virrey del Perú, tras saberse que en España había caído el gobierno Constitucional. Efectivamente, el monarca Fernando VII de España y sus partidarios absolutistas, recuperaban el gobierno apoyados por 132 000 soldados franceses del ejército de la Santa Alianza, que ocuparán España hasta el año 1828. Rafael del Riego moría ahorcado el 7 de noviembre de 1823 y los propulsores del movimiento liberal fueron ajusticiados, marginados o exiliados de España. El 1 de octubre de 1823 el monarca decretaba la abolición de todo lo aprobado durante los tres años de gobierno constitucional, lo que suspendía provisionalmente el nombramiento de La Serna como Virrey del Perú. El alcance de la purga absolutista de España sobre los constitucionales de Virreinato del Perú parecía infalible.

 
José de la Serna, último virrey del Perú (1821-1824).

Olañeta pone en rebelión el Alto Perú, expulsa a los jefes españoles leales al virrey y deja a las fuerzas leales del virreinato peruano sin el apoyo del ejército realista altoperuano.[39]​ El virrey La Serna cambió sus planes de bajar a la costa para batir a Bolívar, y por el contrario, mandó a Gerónimo Valdés tomar la dirección opuesta, al sur, con una fuerza de 5000 veteranos para cruzar el río Desaguadero y dirigirlo a Potosí, contra su antiguo subordinado Olañeta, lo que se llevó a cabo el 22 de enero de 1824. Las Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú del oficial peninsular Andrés García Camba (1846) detallan el trastorno que los sucesos del Alto Perú produjeron en los cálculos defensivos del virrey. Valdés tras una prolongada campaña militar altoperuana, donde se suceden las batallas de Tarabuquillo, Sala, Cotagaita, y finalmente la Lava el día 17 de agosto de 1824, da noticia de esta Guerra doméstica en el que ambas fuerzas realistas, del Virreinato del Perú (liberales) y de las provincias del Alto Perú (absolutistas), se diezmaron mutuamente, perdiendo jefes y tropas veteranas que serían irreemplazables.

Bolívar mientras tanto aumentaba y reforzaba su ejército con nuevos regimientos llegados de la Gran Colombia. En marzo de 1824 desembarcaron en Trujillo tropas frescas al mando del general de brigada José María Córdova, cuya acción habría de decidir la batalla de Ayacucho, y por lo que sería ascendido a general de división en el mismo campo de batalla; se trataba de más refuerzos proveniente de Guayaquil, con él llegan dos nuevos batallones veteranos de Colombia, y a estas tropas flamantes las manda inmediatamente a reforzar al ejército del general Sucre en la sierra.[40]​ Y así, en permanente comunicación con Olañeta, con el que se carteaba Bolívar, aprovechó el desmontaje del aparato defensivo realista para "movernos en todo el mes de mayo contra Jauja", y destruir por separado a la división de José de Canterac, aislado en Junín el 6 de agosto de 1824. Dio comienzo entonces una incesante persecución con la consecuente deserción y pase de 2700 soldados realistas, que seguidamente engrosaban las filas independientes. Finalmente el 7 de octubre de 1824, con sus tropas a las puertas del Cuzco, Bolívar entregó al general Sucre el mando del nuevo frente de batalla, que recorría el curso del río Apurímac, mientras se retiró a Lima, según refiere el mismo Bolívar, para tomar de la capital más empréstitos para sostener la guerra en el Perú, y recibir una nueva división colombiana de 4000 hombres despachada por Francisco de Paula Santander que no llegaría sino después de Ayacucho.[41]

La Campaña de Ayacucho

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Antonio José de Sucre en la batalla de Ayacucho (Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú).

La destrucción en Junín del ejército de Canterac obligó al virrey La Serna a llamar desde Potosí a Gerónimo Valdés, quien acudió a marchas forzadas con sus soldados. Reunidos los generales realistas, y a pesar de las muestras de sincera adhesión del Cusco, el virrey descartó un asalto directo por la falta de instrucción de sus milicias, aumentadas mediante reclutas masivas de campesinos unas semanas antes. Por el contrario sus tropas cruzaron el río Apurimac e intentaron cortar la retaguardia de Sucre a través de maniobras de marchas y contramarchas, que se sucedieron desde el Cusco hasta el encuentro en Ayacucho, a lo largo de la cordillera andina. De esta forma, los realistas buscaron un golpe de mano que obtuvieron el 3 de diciembre en la batalla de Corpahuaico o Matará, donde a costa de tan solo 30 hombres ocasionaron al ejército libertador más de 500 bajas y la pérdida de buena parte del parque y la artillería. Pero Sucre y su estado mayor lograron mantener la cohesión de la tropa e impidieron al virrey explotar ese éxito local. Aún a costa de sensibles pérdidas en hombres y material Sucre mantuvo al Ejército Unido en repliegue ordenado, y siempre situado en posiciones aseguradas, de difícil acceso, como el campo de Quinua.

Otro libro de memorias, In the service of the Republic of Peru del general Guillermo Miller, ofrece la visión de los independentistas. Además del talento de Bolívar y el de Sucre, el Ejército Unido se nutrió de buena parte de la experiencia militar del siglo: el batallón Rifles del ejército de Colombia, se encontraba compuesto de tropas mercenarias europeas, que en su mayoría eran voluntarios británicos. Esta unidad sufrió considerables bajas en Corpahuaico. También se encontraban entre sus filas veteranos de la Independencia española, norteamericana, y Guerras de Independencia Hispanoamericana hasta casos como el mayor de origen alemán Carlos Sowersby, veterano de la batalla de Borodinó contra Napoleón Bonaparte en Rusia.

Los realistas habían consumido sus recursos en una guerra de movimientos sin haber logrado cortar las líneas del ejército libertador. Por la extrema dureza de las condiciones de una campaña en la cordillera andina, ambos ejércitos quedaron con el número de sus tropas seriamente reducidas por enfermedad y deserción, que afectó en el mismo grado a los independientes, y que igualmente se focalizó en milicias carentes de instrucción militar o la recluta formada de prisioneros enemigos. Los jefes realistas se habían ubicado en las alturas del cerro Condorcunca (en quechua: cuello de cóndor), una buena posición defensiva pero que no podían sostener dado que en menos de cinco días se verían obligados a retirarse por la hambruna de la tropa, lo que equivalía a la dispersión de su ejército, mientras los republicanos esperaban la llegada de más divisiones colombianas; motivo por el cual los realistas se vieron impulsados a tomar una decisión desesperada: la batalla de Ayacucho daba comienzo.

Orden de batalla

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"En este rincón famoso, un ejército realista, compuesto en su totalidad de soldados naturales del Alto y del Bajo Perú, indios, mestizos y criollos blancos, y cuyos jefes y oficiales peninsulares no llegaban a la décima octava parte del efectivo, luchó con un ejército independiente, del que los colombianos constituían las tres cuartas partes, los peruanos menos de una cuarta, y los chilenos y porteños una escasa fracción. De ambos lados corrió sangre peruana. No hay por qué desfigurar la historia: Ayacucho, en nuestra conciencia nacional, es un combate civil entre dos bandos, asistido cada uno por auxiliares forasteros.".[42]

Ayacucho en la conciencia nacional peruana es un combate civil entre dos bandos y en ambos bandos corrió sangre peruana. El ejército realista estaba compuesto casi en su totalidad por indígenas peruanos y el ejército patriota contaba con más extranjeros en sus filas. Sin embargo, el Ejército del Perú instituyó el día de la fecha de la batalla como su efeméride, en conmemoración a la consolidación de la independencia del Perú y de América del Sur.

Orden de batalla
Patriotas Realistas

Comandante en Jefe

Oficialidad

República del Perú  División del Perú (Izquierda), jefe de división José de La Mar

  • Batallón de la Legión Peruana, jefe José María Plaza
  • Batallón de Línea número 1, jefe Francisco de Paula Otero
  • Batallón de Línea número 2 (Trujillo), jefe Ramón Gonzales
  • Batallón de Línea número 3 (Callao), jefe Miguel Benavides

Gran Colombia  División 1º de Colombia (Reserva), jefe de división Jacinto Lara

Gran Colombia  División 2º de Colombia (Derecha), jefe de división José María Córdova

  • Batallón Bogotá, jefe León Galindo
  • Batallón Voltígeros, jefe Pedro Guash
  • Batallón Pichincha, jefe Manuel León.
  • Batallón Caracas, jefe José Leal

  División de Caballería, jefe de división William Miller

  una o dos piezas en una sola batería

origen de las tropas
  4000 de la Gran Colombia[45]
  1500 - 2000 de la República del Perú[45]
  300 a 1000 aprox. de la República de Chile[46][47][48]
  80 a 100 aprox de las Provincias Unidas del Río de la Plata[49]
300 de otros lugares[45]
Bandera de Alemania  Confederación Germánica
Bandera de Francia  Francia
Bandera del Reino Unido  Reino Unido
 

Comandante en Jefe

Oficialidad

  División Valdés

  División González Villalobos

  División Monet

  División de caballería Ferraz

  • Dragones de San Carlos , jefe: Jerónimo Villagra
  • Dragones de la Unión ; jefe: Ramón Gómez de Bedoya
  • Granaderos de la Guardia ; jefe: Valentín Ferraz
  • Dragones del Perú ; jefe: Dionisio Marcilla
  • Húsares de Fernando VII ; jefe: Felipe Fernández
  • Alarbaderos del Virrey (piquete de guardia honorífica del virrey del Perú)

  once piezas repartidas en tres baterías

origen de las tropas
  ~6000[45]​ del Virreinato del Perú en poder de la monarquía[50]
  1500 ~ 3000[45]​ del Virreinato del Río de la Plata, en su mayor parte del Alto Perú, en poder de la monarquía.[51]
  500[45][52]​ -900[53]​ de España
  495 de Chiloé[54]
 
La Batalla de Ayacucho (1918) de Teófila Aguirre.
Tamaño y composición del ejército del general Sucre
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Existe además otro debate en torno a la diferencia de tamaño y composición de los ejércitos combatientes. El número de combatientes según los estados mayores de cada uno de los ejércitos del campo de batalla es de 6.906 efectivos realistas y 6.783 patriotas.[55]​ De estos números, los realistas tienen 1.030 jinetes y los patriotas 896 jinetes y hay 11 piezas de artillería realista y una patriota. Sucre exagera su victoria en su parte de la batalla dirigido a Bolívar dando solo el número de soldados patriotas de infantería (5.870 infantes) sin mencionar su número de caballería, mientras que sobreestima la cifra de soldados realistas, dando el número de soldados al salir del Cuzco, antes de comenzar la campaña militar, que toma del listado militar español capturado con el número de hombres en Limatambo. En realidad ambos ejércitos comenzaron la campaña de Ayacucho con un estado inicial de fuerza semejante (8500 independientes vs. 9310 realistas). Ambos ejércitos disminuyeron su número conforme se iba desarrollando la campaña, hasta el mismo día de la batalla.

Antes del inicio de la batalla, el general Sucre arengó a sus tropas:

"¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!."
Antonio José de Sucre
Nuestra linea formaba un ángulo; la derecha, compuesta de los batallones Bogotá, Boltijeros, Pichincha y Caracas, de la primera division de Colombia, al mando del señor general Córdova. La izquierda de los batallones 1.° 2.° 3.° y legion peruana, con los húsares de Junin, bajo el ilustrisimo señor general La Mar. Al centro, los granaderos y húsares de Colombia, con el señor general Miller; y en reserva los batallones Rifles, Vencedor y Bargas, de la primera division de Colombia, al mando del señor general Lara.
Parte de la batalla de Ayacucho

Nótese que el mariscal Sucre omite mencionar en el parte a los Granaderos a Caballo del Río de la Plata y los incluye como otro escuadrón del Húsares de Junín. El general Miller, comandante en jefe de toda la división de caballería, en su Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru da la composición real de las fuerzas al mando de Sucre, separando el escuadrón de Granaderos de los Andes de los dos escuadrones del Húsares de Junín que componían su división,[56]​ contradice lo que Sucre dice en el parte.

Número de europeos en el ejército del Virrey La Serna
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Los Españoles bajaron velozmente sus columnas, pasando á las quebradas de nuestra izquierda los batallones Cantabria, Centro, Castro, 1° Imperial y dos escuadrones de húsares con una batería de seis piezas, formando demasiadamente su ataque por esa parte. Sobre el centro formaban los batallones Burgos, Infante, Victoria, Guias y 2° del primer Regimiento, apoyando la izquierda de éste con los tres escuadrones de la Unión, el de San Carlos, los cuatro de los Granaderos de la Guardia y las cinco piezas de artillería ya situadas; y en la altura de nuestra izquierda los batallones 1 y 2 de Gerona, 2° Imperial, 1° del primer Regimiento, el de Fernandinos, y el escuadrón de Granaderos de Alabarderos del Virrey.[57]

El número de soldados europeos venidos de España y que combatieron en Ayacucho ha sido acotado por los mismos testimonios posteriores a la contienda. En el año 1824 los europeos combatiendo en todo el virreinato ascendían a 1500 según el brigadier García Camba, mientras que según el comisario regio Diego Cónsul Jove Lacomme, oficial del sublevado Olañeta, el número total de europeos era de 1200, y de los que solo 39 hombres formaban en la división del Alto Perú.[58]

Para el 9 de diciembre, día en que se libró la batalla de Ayacucho, y de acuerdo a publicaciones posteriores, los europeos en el ejército del virrey aproximadamente eran 500 hombres según García Camba,[59]​ mientras que Bulnes cita 900 en el libro "Desde el virrey al último corneta", apoyándose en el diario del capitán Bernardo F. Escudero y Reguera, oficial del Estado Mayor de Valdés.[58]​ Pero el testimonio del general Gerónimo Valdés le refuta y corrobora la cifra de 500 hombres "de soldado a jefe".[60]

Del número referido de prisioneros realistas capturados tras la batalla de Ayacucho, 1.512 eran americanos, mientras que 751 eran españoles, con lo que se deduce que el número de combatientes peninsulares al mando del virrey La Serna puede estar en torno a esa cifra,[61][62]​ ya que españoles era entonces un término impreciso, sinónimo de blanco, y se daba lo mismo al peninsular, al criollo y a cualquier europeo.[63]

La batalla

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A las 8 de la mañana, Monet, se adelantó a las posiciones patriotas y le propuso a Córdova que, dado que en ambos ejércitos había jefes y oficiales ligados por amistad o parentesco, “darse un abrazo antes de rompernos la crisma”. Con la autorización de Sucre, los oficiales se saludaron caballerosamente.[64]

 
Croquis de la batalla de Ayacucho.[65]
A. Posiciones realistas en la noche del 8 al 9
B. Maniobra preparatoria para el ataque realista
C. Marcha de los batallones al mando del coronel Rubín de Celis
D. Maniobra y ataque de la división Monet
E. Ataque de la vanguardia de Valdés sobre la casa ocupada por los independentistas
F. Carga de la caballería realista
M. Avance y dispersión de los batallones de Gerona parte de la reserva realista
K. Batallón Fernando VII, última reserva realista

El dispositivo organizado por los planes del general Canterac preveía sobre el mapa que en un primer movimiento la división de vanguardia de Valdés, cruzara el río Pampas y en solitario rodease el flanco del ejército enemigo, para fijar en el terreno a las unidades peruanas de la izquierda de José de La Mar. En una segunda fase, dejando solo en la trinchera al regimiento de Fernando VII, el grueso del ejército realista, compuesto por las dos divisiones de Monet y Villalobos, debía abandonar sus posiciones defensivas y descender en hileras desde el cerro Condorcunca, y por su estrecho paso, formar en columnas de marcha para llegar a la llanura y desplegarse en la pampa para cargar contra el grueso del enemigo, al que esperaba encontrar desorganizado, en teoría. Quedarían en reserva los dos batallones Gerona dispuestos para una eventualidad.

Sucre se dio cuenta inmediatamente de la arriesgada maniobra, que resultaba evidente en la medida que los realistas se encontraban en una pendiente, imposibilitados de camuflar sus movimientos durante el descenso del cerro. El coronel español Joaquín Rubín de Celis, que mandaba el regimiento primero del Cuzco, seguido del Imperial, y que debía proteger el emplazamiento de la artillería, la cual había descendido de forma anticipada y se encontraba despiezada y cargada en sus mulas, interpretó defectuosamente órdenes directas de Canterac, y se adelantó impetuosamente al llano, "se arrojó solo y del modo más temerario al ataque", donde su unidad fue destrozada y él mismo muerto en el decisivo ataque de la caballería colombiana y la división de Córdova, que seguidamente avanzan, en formaciones compactas de batalla por el llano, hacia la base del cerro Condorcunca y que, con un fuego eficaz, empuja atrás a los dispersos tiradores de la división de Villalobos, acabados de formar una Guerrilla y fusila las columnas que descienden del cerro. La división de Córdova y la caballería de Colombia entonces son reforzadas por el resto la caballería de Miller, los Húsares de Junín y Granaderos de los Andes, junto a la legión peruana y el regimiento número uno del Perú. Todos juntos acribillan directamente a la masa desorganizada que desciende de las montañas y que bajo el fuego trata de agruparse en columnas para descender y formar infructuosamente su línea en el llano de la pampa. Fue en este momento del ataque cuando el general José María Córdova pronunció su famosa frase "División, armas a discreción, de frente, paso de vencedores". La artillería realista era capturada sin apenas disparar seis tiros.

 
Carga de la caballería llanera venezolana en la batalla de Ayacucho.

El general Monet y su infantería, lo mismo que la caballería de Ferraz, bajan del cerro a pie, en hileras, y trata de reagruparse en columnas bajo el fuego enemigo, para alcanzar el llano de la pampa y formar la línea de batalla. Monet a la cabeza de su división cruzó el barranco, y ordenó a sus batallones lanzarse sobre la división de Córdova. En columna cerrada recibían la lluvia de metralla durante el descenso, y cuando apenas lograba formar uno de sus batallones en el llano, este era aniquilado, y seguido de otro, relevado por el siguiente y así sucesivamente el Infante, el Burgos y el Guías fueron destruidos por el ejército de Sucre. Durante estas acciones Monet fue herido y tres de sus jefes muertos. Los dispersos arrastraron en su retirada a los restos la milicia de Monet. La caballería realista al mando de Ferraz, que bajaba a pie el descenso, llevando de la brida sus caballos, se reagruparon igualmente bajo la lluvia de balas con el propósito de formar en el llano, pero uno tras o otro eran cargados por los escuadrones de caballería patriota, apoyados por el vivo fuego de la infantería de Córdova, que causaron una enorme cantidad de bajas en los jinetes de Ferraz, cuyos escasos sobrevivientes fueron obligados a volver grupas y retirarse del llano.

En el otro extremo de la línea, la segunda división de José de La Mar, apoyada por el batallón Vargas de la tercera división de Jacinto Lara, detuvieron la acometida de los veteranos de la vanguardia de Valdés, que se habían lanzado a tomar la solitaria casa ocupada por algunas compañías independentistas, las cuales fueron arrolladas y obligadas a retroceder, y posteriormente serían reforzadas por la carga de los Húsares de Junín bajo la dirección de Miller [66]​ al que se sumaría luego la Legión peruana, que apoyaba a la división de Córdova.

El Virrey La Serna y demás oficiales intentaron restablecer la batalla y reorganizar a los dispersos que huían y el mismo general Canterac dirigió la división de reserva, compuesta por ambos batallones de Gerona, para descender a la llanura. Sin embargo los reclutados de los batallones Gerona no eran los mismos que habían vencido en las batallas de Torata y Moquegua, pues durante la rebelión de Olañeta habían perdido a casi todos sus veteranos e incluso a su antiguo comandante Cayetano Ameller. Esta tropa fue atropellada por los restos de la caballería en retirada y se dispersó antes de enfrentarse al enemigo, siguiéndole, luego de una débil resistencia, el disminuido batallón Fernando VII que había quedado guardando la trinchera. A la una de la tarde el virrey había sido herido y hecho prisionero junto a gran número de sus oficiales, y aunque la división de Valdés seguía combatiendo en la derecha de su línea, la batalla estaba ganada para los independentistas. Las bajas confesadas por Sucre fueron 370 muertos y 609 heridos mientras que las realistas fueron estimadas en 1800 muertos y 700 heridos, lo que representa una elevada mortandad en combate.

 
Denis Auguste Marie Raffet - Memorable y decisiva batalla de Ayacucho en el Perú. 1926

Con los diezmados restos de su división Valdés logró retirarse a las alturas de su retaguardia donde se unió a 200 jinetes que se habían agrupado en torno al general Canterac y a algunos pocos dispersos de las derrotadas divisiones realistas cuyos desmoralizados soldados en fuga llegaron incluso a disparar contra los oficiales que intentaban reagruparlos. Con el grueso del ejército real destruido, el mismo virrey en poder de los patriotas, y su enemigo Pedro Antonio Olañeta ocupó la retaguardia, los jefes realistas optaron por la capitulación tras la batalla.

La capitulación de Ayacucho y el reconocimiento

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La capitulación de Ayacucho (óleo de Daniel Hernández).
"Don José Canterac, teniente general de los reales ejércitos de S. M. C., encargado del mando superior del Perú por haber sido herido y prisionero en la batalla de este día el excelentísimo señor virrey don José de La Serna, habiendo oído a los señores generales y jefes que se reunieron después que, el ejército español, llenando en todos sentidos cuanto ha exigido la reputación de sus armas en la sangrienta jornada de Ayacucho y en toda la guerra del Perú, ha tenido que ceder el campo a las tropas independientes; y debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas fuerzas, con la disminución de los males del país, he creído conveniente proponer y ajustar con el señor general de división de la República de Colombia, Antonio José de Sucre, comandante en jefe del ejército unido libertador del Perú".

Es el tratado firmado por el jefe de Estado Mayor realista, Canterac, y el general Sucre al concluir la batalla de Ayacucho, el mismo 9 de diciembre de 1824. Sus principales consecuencias fueron varias:

  • El ejército realista bajo el mando del virrey La Serna renunciaba a seguir la lucha.
  • La permanencia de los últimos soldados realistas en las fortalezas del Callao.
  • La República del Perú debió saldar la deuda económica y política a los países que contribuyeron militarmente a su independencia.

Bolívar convocó desde Lima al Congreso de Panamá, el 7 de diciembre, para la unidad de los nuevos países independientes. El proyecto fue ratificado únicamente por la Gran Colombia. Cuatro años más tarde la Gran Colombia, a causa del deseo personal de muchos de sus generales y de la ausencia de una visión unitaria, terminaría dividiéndose en las naciones que forman actualmente.

La ciudad de Cuzco, sería tomada por las tropas de Agustín Gamarra el 24 de diciembre.

Se rendían los tenientes generales, virrey José de la Serna y José de Canterac, mariscales Gerónimo Valdés, José Carratalá, Juan Antonio Monet y Alejandro González Villalobos, brigadieres Ramón Gómez de Bedoya, Valentín Ferraz, Andrés García Camba, Martín de Somocurcio, Fernando Cacho, Miguel María Atero, Ignacio Landázuria, Antonio Vigil y Antonio Tur y Berrueta, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 484 mayores u otros oficiales y 2000 soldados.[11]

Más allá de las emancipaciones, el Perú envió sus primeros cónsules a España tempranamente, desde 1840. En 1865 la reina Isabel II recibió las credenciales del cónsul peruano Domingo Valle Riestra, quién obtuvo de facto el reconocimiento de la independencia del Perú. [67]​ No obstante el estallido de un conflicto naval 1865-66 que enfrentó España y varios países sudamericanos en la guerra hispano-sudamericana interrumpió los acuerdos hasta la firma del armisticio en 1871. Por último, en el año 1879, España y Perú finalmente firmaron el Tratado de Paz y Amistad en 1879, en el Tratado de París (14 de agosto de 1879).

Teorías sobre la batalla de Ayacucho

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Escudo honorífico otorgado a los oficiales que participaron en la Campaña de Perú en 1823-24.

La capitulación ha sido llamada por el historiador español Juan Carlos Losada como "la traición de Ayacucho" y en su obra Batallas decisivas de la Historia de España (Ed. Aguilar, 2004), afirma que el resultado de la batalla estaba pactado de antemano. El historiador señala a Juan Antonio Monet como el encargado del acuerdo: “los protagonistas guardaron siempre un escrupuloso pacto de silencio y, por tanto, solo podemos especular, aunque con poco riesgo de equivocarnos” (Pág. 254). Una capitulación sin batalla se habría juzgado indudablemente como traición. Los jefes españoles, de ideas liberales, y acusados de pertenecer a la masonería al igual que otros líderes militares independentistas, no siempre compartían las ideas del rey español Fernando VII, un monarca firme sostenedor del absolutismo.

Por el contrario el comandante español Andrés García Camba refiere en sus memorias como, los oficiales españoles apodados más tarde "ayacuchos", fueron injustamente acusados a su llegada a España: "señores, con aquello se perdió masónicamente" se les dijo acusatoriamente, -"Aquello se perdió, mi general, como se pierden las batallas", respondieron los veteranos de la batalla.

En contra de esta teoría masónica está el encarnizamiento de la batalla que se refleja en la elevada mortalidad en la oficialidad y la tropa, en su mayoría indígenas peruanos, lo mismo que la oficialidad española peninsular. Entre las bajas sufridas se contaron las de los coroneles Francisco Cucalón, aragonés, jefe del Infante Don Carlos, Joaquín Rubín de Célis, leonés, jefe del primer regimiento del Cuzco, Juan Lugo, del Burgos, los comandantes de batallón, Francisco Villabase, del primer regimiento, Francisco Palomares, del primer batallón del Imperial Alejandro, y Francisco Brisvela, ayudante del mariscal de campo Monet, muertos. Heridos de consideración o gravemente, el teniente coronel José Fernández, del Húsares de Fernando VII, y los comandantes Francisco López, del Dragones de la Unión, y del mismo estado mayor José Manriques y Luis Raseti, y el mismo virrey José La Serna e Hinojosa.[68]

El Alto Perú tras la batalla de Ayacucho

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Vista del Palacio Legislativo de Bolivia.

Luego del triunfo de Ayacucho, y siguiendo precisas instrucciones de Bolívar, el general Sucre entró en territorio del Alto Perú el 25 de febrero de 1825. Su campaña militar sirvió para dar visos de legalidad a un proceso de independencia que los mismos patriotas altoperuanos ya habían puesto en marcha con la guerra de guerrillas del Alto Perú. Sucre además mantuvo el orden civil en el país y restableció la administración del gobierno en La Paz. El general realista Pedro Antonio Olañeta permaneció en Potosí, en donde en enero recibió al batallón "Unión" procedente de Puno al mando del coronel José María Valdez, y luego convocó a un Consejo de Guerra que acordó continuar la resistencia en nombre de Fernando VII. Olañeta distribuyó sus tropas entre la fortaleza de Cotagaita con el batallón "Chichas" al mando del coronel Medinacelli, mientras Valdez con el "Unión" fue enviado a Chuquisaca y el propio Olañeta marchó a Vitichi, con 60 000 pesos de oro de la Casa de la Moneda de Potosí.

No obstante, Cochabamba se sublevó, con el Primer Batallón "Fernando VII" el coronel José Martínez; seguido en Vallegrande, por el Segundo Batallón "Fernando VII", deponiendo al brigadier realista Francisco Aguilera el 12 de febrero. El coronel independentista José Manuel Mercado ocupó entonces Santa Cruz de la Sierra abandonada por Aguilera el 14 de febrero, mientras Chayanta quedó en manos del teniente coronel Pedro Arraya, con los escuadrones "Santa Victoria" y "Dragones Americanos" y en Chuquisaca el batallón "Dragones de la Frontera" del coronel Francisco López se pronunció por los independentistas el 22 de febrero, con lo cual la mayoría de las tropas realistas del Alto Perú renunciaban a continuar la lucha frente al poderoso ejército de Sucre. El coronel Medinaceli con trescientos soldados se sublevó también en contra de Olañeta y el 1 de abril de 1825 se enfrentaron en el combate de Tumusla que culminó con la derrota de Olañeta y su muerte al día siguiente. Pocos días después, el 7 de abril, el general José María Valdez se rindió en Chequelte (Santiago de Cotagaita) ante el general patriota Urdininea, poniendo fin a la guerra en el Alto Perú.

El nacimiento de Bolivia

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Simón Bolívar, con la aprobación del congreso peruano el 23 de febrero de 1825 y del congreso argentino el 9 de mayo de 1825, ratificó la decisión de Antonio José de Sucre de convocar un congreso soberano del Alto Perú que manifestó en su declaración de independencia su deseo de no unirse al Perú o a las Provincias Unidas de Río de la Plata.

Mediante un decreto la Asamblea determinó que el nuevo estado nacido en el Alto Perú llevaría el nombre de «República Bolívar», en homenaje al Libertador, designado «Padre de la República». Se le concede también el supremo poder ejecutivo en forma vitalicia, con los honores de Protector y Presidente.[69]​ Bolívar agradeció estos honores, pero declinó la aceptación del cargo y designó al mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

Declaración de la independencia de Bolivia

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Acta de la Independencia de Bolivia en la Casa de la Libertad, Sucre.

Convocada nuevamente la Asamblea Deliberante en Chuquisaca por el mariscal Sucre, el 9 de julio de 1825, y concluida se determinó la completa independencia del Alto Perú, bajo la forma republicana. Finalmente, el presidente de la Asamblea José Mariano Serrano, junto a una comisión, redactó el "Acta de la Independencia" que lleva fecha del 6 de agosto de 1825, en honor a la batalla de Junín ganada por Bolívar. La independencia fue declarada por 7 representantes de Charcas, 14 de Potosí, 12 por La Paz, 13 por Cochabamba y 2 por Santa Cruz. El acta de independencia, redactada por el presidente del Congreso, Serrano, en su parte expositiva dice:

El mundo sabe que el Alto Perú ha sido en el continente de América, el ara donde vertió la primera sangre de los libres y la tierra donde existe la tumba del último de los tiranos. Los departamentos del Alto Perú, añade en su parte resolutiva, protestan a la faz de la tierra entera, que su resolución irrevocable es gobernarse por sí mismos.

Reconocimiento a los combatientes

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Obelisco dedicado «A los vencedores de Ayacucho» en Pampa de Quinua, Ayacucho, Perú.

En honor y reconocimiento a los combatientes independentistas de la batalla, se construyó en 1974, en el lugar de los hechos, un obelisco en conmemoración a la batalla, obra del artista español Aurelio Bernandino Arias.

De estructura de concreto y revestido en mármol travertino blanco, este monumento se encuentra ubicado en el Santuario histórico de la Pampa de Ayacucho, en el distrito de Quinua, Provincia de Huamanga. A 37 km al noreste de la ciudad de Ayacucho, a 3300 m s. n. m.

Reconocimientos a Sucre

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Monumento de la Nación a los Próceres venezolanos de la independencia de América. En el Paseo Los Próceres (Caracas, Venezuela).

Bolívar, quien redactó y publicó en 1825 su resumen sucinto de la vida del general Sucre, único trabajo en su género realizado por él, no escatimó elogios ante la hazaña culminante de su fiel lugarteniente:

"La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina". Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza".
"Usted. está llamado a los más altos destinos, y yo preveo que Usted. es el rival de mi Gloria. (Bolívar, Carta a Sucre, Nazca, 26 de abril de 1825) ".
"El Congreso de Colombia hizo entonces a Sucre General en Jefe, y el Congreso del Perú le dio el grado de Gran Mariscal de Ayacucho".
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  • El himno nacional de Colombia, escrito por Rafael Núñez, menciona esta batalla en la séptima estrofa.
  • La batalla es narrada gráficamente en el número 4 de la revista de historietas mexicana Epopeya, del 1 de septiembre de 1958, titulado Ayacucho, la batalla que liberó a América.[70]
  1. a b c d Diego Barros Arana (1999). Historia general de Chile: Parte novena : Organización de la república 1820 a 1833. Tomo XIV. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, pp. 359. ISBN 956-11-1786-X.
  2. Gonzalo Bulnes. Ultimas campañas de la independencia del Perú (1822-1826). Santiago de Chile: Imprenta Barcelona, 1897, pp. 599.
    El Virrei mandaba, segun cálculos mui verosímiles 6906 hombres i Sucre 5780 (16). La desproporción numérica la compensaba la (...)
  3. a b Robert L. Scheina (2003). Latin America's Wars: The Age of the Caudillo, 1791-1899. Tomo I. United States: Brassey's Inc., pp. 68. ISBN 1-57488-499-2.  Presentes en la Batalla. cifra citada por Sucre en el parte de batalla.
    "Sucre commanded 5.780 men (4.500 men from Gran Colombia, 1.200 from Peru, and 80 from Río de la Plata) and 2 cannon."
  4. Torata (Fernando Valdés Héctor Sierra y Guerrero, conde de), José Sepúlveda, Bernardo F. Escudero y Reguera, Torata (Jerónimo Valdés Noriegay Sierra, vizconde de). Documentos para la historia de la guerra separatista del Perú. Tomo III. Madrid: Impr. de la viuda de M. Minuesa de los Ríos, 1896. Al comenzar la Campaña de Ayacucho: estado de Fuerza tomada con los equipajes de Sucre, cuando es hecho prisionero Althaus.
    Según los estados de fuerza interceptados ascendían á 11 000 hombres al principiar la campaña contra el Valle de Jauja, de los que en estos días conservaban aún 8.500. Es falso que el Capitán Plasencia, español, Coronel entre los (...)
  5. Hooker, Terry (1991). The Armies of Bolivar and San Martin. Londres: Osprey Publishing. ISBN 1-85532-128-9. 
  6. Jorge Basadre & José Manuel Valega. El Perú Republicano y los fundamentos de su emancipación. Madrid: Sociedad Académica de Estudios Americanos, 1960. Soldados en la batalla el 9 de diciembre.
  7. a b Federico Kauffmann Doig, Raúl Porras Barrenechea, Rubén Vargas Ugarte. Historia general de los peruanos desde sus orígenes hasta el presente. Tomo III. Madrid: Sociedad Académica de Estudios Americanos; Distribuidora Inca, 1969.
    En este corgo obtuvo un definitivo triunfo en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, (...) de la montaña del Con- dorcunca, en número de 6906 plazas, según los partes oficiales hispanos, 9310, según el general Sucre.
  8. Soldados que el 22 de octubre cruzaban el río Apurimac por Accha, al comenzar la Campaña de Ayacucho: cifra citada por Sucre en el parte de batalla, Luqui-Lagleyze (2006). Por el rey, la Fe y la Patria.1810-1825. Madrid: Colección Adalid. ISBN 84-9781-222-0. 
  9. Combatieron únicamente los 6 cañones de Valdés y el resto estaban desmontados, pero presentes, hasta un total de 14 piezas de artillería.
  10. a b c Rufino Blanco-Fombona & Andrés García Camba (1825). Memorias del General García Camba para la historia de las armas españolas en el Perú (1822-1825). Tomo II. Madrid: Editorial-América, pp. 336.
  11. a b c Yáñez, Germán G. (1924). Última campaña de la independencia del Perú: Junín y Ayacucho, enero a diciembre de 1824. Lima: Intendencia General de Guerra, pp. 51.
  12. Barros Arana, 2000: 360
  13. María Lourdes Díaz-Trechuelo Spínola (1999). Bolívar, Miranda, O'Higgins, San Martín: Cuatro Vidas Cruzadas. Madrid: Ediciones Encuentro, pp. 165. ISBN 84-7490-533-8.
  14. «La Batalla de Ayacucho | La guía de Historia». laguia2000.com. 29 de julio de 2007. 
  15. «8 claves de las independencias hispanoamericanas». La Vanguardia. 9 de enero de 2018. Consultado el 4 de mayo de 2020. «La liberación del continente se consumó, finalmente, en 1824 con la batalla de Ayacucho, en la que el general venezolano Sucre apresó a La Serna [virrey del Perú]. Este combate es al que se suele recurrir para marcar el fin de las guerras de independencia, aunque aún continuaba la resistencia de diversos focos realistas en el continente.» 
  16. «Hoy se conmemoran 191 años de la Batalla de Ayacucho». Telesurtv.net. Consultado el 4 de mayo de 2020. «La Batalla representa el fin de grandes campañas en América del Sur por la Independencia.» 
  17. «Entrevista en Guayaquil». bbc.co.uk. Consultado el 4 de mayo de 2020. «Las dos últimas batallas de la independencia americana, Junín y Ayacucho, son libradas por Bolívar, la primera, y por su lugarteniente, Antonio J. Sucre, la segunda.» 
  18. Jaime Delgado (1960). Nuevo Mundo, ed. La independencia hispanoamericana. pp. Página 113. «No obstante, los proyectos de reconquista, oficiales o particulares, no escasearon hasta 1833, fecha de la muerte de Fernando VII». 
  19. François-Xavier Guerra (1995). Editorial Complutense, ed. Las revoluciones hispánicas: independencias americanas y liberalismo español. p. 87. ISBN 9788489365254. «Sin embargo, no fue el fracaso de la expedición de Barradas en 1829 lo que retrajo a Fernando VII de la reconquista, sino una vez más, los acontecimientos europeos -ahora la revolución de 1830- que pondrán en primer plano la situación peninsular y el colapso financiero. Sólo por ese motivo, recordará Ballesteros, el Rey dio al fin libertad a sus ministros para tratar, ya sin ningún género de restricciones, la liquidación del problema de América.» 
  20. Pedro Molas.Del absolutismo a la Constitución
  21. Delfina Fernández (1992). «X El Brigadier Barrada en Nueva España». En Editorial Mapfre, ed. Últimos reductos españoles en América. p. 269. ISBN 9788471003119. «Pero aún después de la entrega de Ulúa, el 23 de noviembre de 1825, persistieron los planes de reconquista de Nueva España, que se salpicaron desde 1826 a 1833, es decir, durante los últimos siete años de Fernando VII. La preferencia dada a la acariciada reconquista de México se fundaba tanto en las razones que hemos examinado ya, como en los efectos económicos que se derivarían, pues en razón de la riqueza del país, se calculaba que, en el caso de tener éxito, de el se lograrían fondos suficientes para otras expediciones, podía ser, pues, la cabeza de la reconquista para otras e incluso de toda América.» 
  22. «El congreso constituyente del Perú, decreto declarando reo de alta traición a José de la Riva Agüero, 8 de agosto de 1823» (PDF). Congreso del Perú. Archivado desde el original el 2 de mayo de 2016. 
  23. «Manifiesto del Presidente del Perú, Gran Mariscal José Bernardo Tagle, 6 de mayo de 1824». Archivado desde el original el 10 de junio de 2007. Consultado el 3 de octubre de 2007. 
  24. Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1825. Tomo II, Página 98. Gnrl. Andrés Garcia Camba [1]
  25. Biblioteca Ayacucho.Rufino Blanco-Fombona [2]
  26. [3]
  27. La guerra de la independencia en el alto Perú. Pág. 161. Escrito por Emilio A. Bidondo. Publicado por Círculo Militar, 1979
  28. [4]
  29. Memorias del general O'Leary. Pág. 235. Escrito por Daniel Florencio O'Leary. Publicado en 1883.
  30. resaltado como un subtítulo en el Libro Junin y Ayacucho. General O'Leary
  31. [5]
  32. [6] (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).
  33. Ocho años de la Serna en el Perú (De la "Venganza" a la "Ernestine")[7]
  34. Cipriano de Mosquera, Tomás. Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar Tomo II. 
  35. Bulnes, Gonzalo. Bolivar en el Peru: ultimas campanas de la independencia. 
  36. Vegas García, Manuel Ignacio. Historia de la marina de guerra del Perú, 1821-1924. p. 26. 
  37. Larrazábal, Felipe (1866). Correspondencia general del libertador Simon Bolívar. 
  38. Arana, Marie (2020). Bolívar: Libertador de América. 
  39. Jaime E. Rodríguez O. (1998). The Independence of Spanish America. ISBN 0521626730. 
  40. Bronx, Humberto (1974). Bolívar, el Libertador y Córdoba, el Héroe de Ayacucho. Editorial Gran América. 
  41. Bolívar
  42. Hugo Pereyra, Plasencia (2014). «La independencia del Perú: ¿guerra colonial o guerra civil?». Colección Pensamiento Iberoamericano. «“En este rincón famoso, un ejército realista, compuesto en su totalidad de soldados naturales del Alto y del Bajo Perú, indios, mestizos y criollos blancos, y cuyos jefes y oficiales peninsulares no llegaban a la décima octava parte del efectivo, luchó con un ejército independiente, del que los colombianos constituían las tres cuartas partes, los peruanos menos de una cuarta, y los chilenos y porteños una escasa fracción. De ambos lados corrió sangre peruana. No hay por qué desfigurar la historia: Ayacucho, en nuestra conciencia nacional, es un combate civil entre dos bandos, asistido cada uno por auxiliares forasteros.”». 
  43. Provincias Unidas del Río de la Plata: un escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo de Buenos Aires (mencionado también como Granaderos montados de los Andes), fue mandado reorganizar por Bolívar con los jinetes que, amotinados en Lurín y apresando a sus jefes, no se unieron a los sublevados del Callao (Memorias del general O'Leary. pág. 139. Publ. por S.B. O'Leary en 1883. Escrito por Daniel Florencio O'Leary).
  44. Ruiz Moreno, Isidoro J. (2005). Campañas militares argentinas:la política y la guerra, Volumen 1. «prosiguió la pelea contra la división peruana al mando de José de la Mar, pero al cabo de un duro enfrentamiento, las cargas de caballería independiente a cargo del coronel Miller, donde formaban los Húsares de Junín comandados por Isidoro Suárez, y los Granaderos a Caballo de los Andes, cuyo jefe era el teniente coronel Alejo Bruix». 
  45. a b c d e f Raquel Gil Montero. "Las guerras de independencia en los andes meridionales". Memoria americana. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ene./dic. 2006. Nota 19. ISSN 1851-3751.
  46. Participaron alrededor de 300 soldados y numerosos oficiales chilenos, distribuidos entre el batallón Vargas, el batallón Istmo y los Húsares de Colombia. Gran parte de estos chilenos que pelearían en Ayacucho eran los que llegaron en la Expedición de Benavente al Perú, 300 hombres al mando del coronel José Santiago Aldunate de los cuales se iban a engrosar al Batallón N° 2 de Chile. Estos son solo los que figuraban en las filas grancolombianas. (Arístides Herrera Cuntti, "Divagaciones históricas en la web", Libro 1, pág. 268)
  47. Los chilenos no figuraban como entidad aparte en esta batalla, pero los había en los cuerpos de infantería y caballería peruana y colombiana; y también en los Granaderos a Caballo. Había 300 hombres que se quedaron en el Perú de la expedición de Benavente que pasaron a las filas grancolombianas, pero además había una cierta cantidad de chilenos que se encontraban en los cuerpos del Perú como oficiales y soldados, estos habían llegado en la Expedición Libertadora del Perú. (Bulnes, Díaz Meza y Moreno Guevara)
  48. En la división del Perú formaban, con diversos grados, 11 oficiales chilenos, remanentes de la Expedición Libertadora de San Martín, 5 de los cuales lo hacían en el regimiento de Húsares de Junín (Hipolito Herrera, "El Album de Ayacucho. Colección de los principales documentos de la guerra de la Independencia del Perú, y de los cantos de victoria y poesías relativos á ella", págs. 193-195)
  49. Gonzalo Bulnes, “Ultimas campañas de la Independencia del Perú (1822-1826)”, pág. 600 y 601
  50. En su mayoría reclutas indígenas o naturales del país andino Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. Tomo 60, no. 240, 1977.
  51. Tropas reclutadas por Valdés en la Rebelión de Olañeta, a las que se suman los 196 infantes del Regimiento de Fernando VII, portando estandarte del Fijo de Buenos Aires, y los 86 jinetes del escuadrón de Dragones de San Carlos.
  52. Andrés García Camba (1846). Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú. Tomo II. Madrid: Sociedad tipográfica de Hortelano y compañia, pp. 238
  53. Gonzalo Bulnes (1919). Bolívar en el Perú: últimas campañas de la independencia del Perú. Santiago de Chile: Editorial-América, pp. 300.
  54. Batallón "Voluntarios de Castro" que tras la reconquista de Chile se trasladó a combatir en las campañas del Alto Perú y del Perú, estaba formado por 495 milicianos de la isla de Chiloé.
  55. varios autores (1972). Revista de Historia Militar. «Feliú , en su trabajo Ayacucho ( Memorial del Ejército de Chile , año XXIV , diciembre 1930 ) , las fuerzas del ejército liberador ascendieron a sólo 6.783 hombres , sin contar la oficialidad y mandos superiores.» 
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Bibliografía

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